El cabezazo de José María Giménez , que sentenció a Egipto (1-0), reflejó todo lo que significa Uruguay en el fútbol: partido sufrido y victoria agónica, sobre la hora, y no después de haber armado una bonita jugada, sino gracias a una pelota parada en la que hubo jalones, codazos y forcejeo. Es decir, garra.
La garra es un elemento que está asociado a Uruguay desde que el fútbol tiene memoria. Sin embargo, ¿cuándo empezó este binomio? ¿Cuál fue la primera muestra de garra, que luego se volvería parte del ADN del uruguayo? No hay investigación que lo determine, pero uno de los primeros ejemplos que el mundo conoció fue lo que hizo Juan Eduardo Hohberg, en Suiza 54.
Felicidad máxima, gran trabajo del equipo. Esto sigue 💪 Uruguay nomaaaaa!!! #Rusia2018 #ElEquipoQueNosUne pic.twitter.com/pZOT36C2QF
— Jose Maria Gimenez (@JoseMaGimenez13) 15 de junio de 2018
A propósito del gol de 'Josema', la siempre recomendable revista Un Caño recordó el episodio en el que el abuelo del volante de Alianza, Alejandro Hohberg, anotó los dos goles con los que Uruguay , en la semifinal, empató con Hungría un partido que perdía 2-0 hasta el minuto 75.
Aquello bastaría para dar una muestra de garra y coraje, pero no se compara a lo que vino después. En el festejo del 2-2, a Hohberg le cayeron encima encima uno, tres, cinco, diez, veinte compañeros, entre titulares, suplentes y cuerpo técnico, y cuando fue momento de volver a la cancha, todos se pararon menos Juan Eduardo.
Después de apretarle el pecho y darle respiración boca a boca, los médicos terminaron aceptándolo: a la leyenda de Peñarol le había dado un paro cardíaco. Los doctores estiman que murió, sí, murió, durante 15 segundos, antes de volver repentinamente a la vida para jugar el tiempo suplementario, en la muestra más desorbitante de la garra 'charrúa'. Si hasta entonces no existía, ese día nació.
La Hungría de Kocsis y Puskas terminó clasificando a la final por 4-2, pero Juan Eduardo Hohberg, un cordobés más uruguayo que muchos nacidos ahí mismo, pasó a la historia por su coraje. A sus 23, tal vez a José María Giménez no le han hablado de Hohberg, pero su gol, la forma en la que llegó y cómo lo celebró, terminan siendo un tributo a la cultura 'charrúa' y al valiente Juan Eduardo.