Ningún piloto, jamás, ha sentido sobre los hombros la carga de un legado tan imponente en el deporte como él. Nadie. Es probable, incluso, que ningún deportista en la historia lo haga. Tal vez el hijo de Michael Phelps si se lanza a nadar en algunos años o la de Valentino Rossi si le toma gusto a las motos, pero por lo pronto es el único. Mick tiene sobre el pecho el mismo apellido bordado que su padre, el del hombre más grande en la historia de la Fórmula Uno. El del heptacampeón, el de récords que aún no pueden derrumbarse y el del que nadie puede discutir. El único apellido que tiene calidad de verbo en la categoría: Schumacher.
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