Llenamos el álbum con mi hermano mayor, fue una emoción muy fuerte. No existían las Panini todavía, las figuritas (cromos, monas) se llamaban “Ídolos del deporte” y la temática era el Mundial ‘62. Las tres más difíciles: Néstor Ross -aquel de River y Millonarios-, Tobar, un delantero chileno, y... Pelé. Pelé era la imposible de conseguir, nadie la había visto siquiera. ¡Pero lo logramos! La cambiamos a otro chico, que insólitamente la tenía repetida, por sesenta y cinco figus… Era como comprar a Mbappé ahora, te damos 300 millones y cuatro jugadores. La pegamos con esmero litúrgico y llevamos el álbum al distribuidor, que, tras comprobar si estaba debidamente completado, te daba una pelota a cambio. Era el premio. La pelota era preciosa, marrón clarito, de las de antes, un sueño, pero entregar ese álbum fue triste, ¡era tan hermoso verlo lleno, había costado tanto esfuerzo!
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