Hay provocaciones que pueden matar. Jessica Tejada, y esa vida exagerada entre el vóley y la chismografía farandulera, es la mejor metáfora para esta dura sentencia. Le decían 'Provocación' porque en sus mejores años conquistó más futbolistas que títulos. Era levantadora en la selección, pero los ampays que protagonizó fueron un potente mate para la carrera de los más prometedores peloteros. Tejada, hoy prófuga de la justicia por el escándalo de coimas de la empresa brasileña Odebrecht en el Perú, ha vivido en permanente escape. Primero huyó de la presión de la prensa deportiva que la comparó tantas veces con la subcampeona olímpica Rosa García, después esquivó los flashes de los primeros 'urracos' de Magaly y ahora desapareció como ilusionista al descubrirse que era accionista mayoritaria de la 'offshore' Oblong International, utilizada para almacenar los dólares que llegaron por las coimas pagadas por Odebrecht. La ex matadora es pareja de Jorge Cuba, quien según las pesquisas del Ministerio Público habría recibido 2 millones de dólares de Odebrecht por la adjudicación de los tramos 1 y 2 de la Línea 1 del Metro de Lima. En este polémico caso, Jessica podría tener la mejor tajada.
En sus años mejores, Jessica Tejada recibió más ofertas para ser modelo que para defender a un club de la Liga Nacional de Vóley. Para la prensa deportiva de finales de los ochenta, Tejada era la sucesora natural de Rosa García en el armado de la selección peruana de vóley, pero una serie de lesiones y su conocida indisciplina la convirtieron en una especie de Reimond Manco o “Kukín” Flores de la net. Sus principales portadas alimentaron a la farándula noventera. Desde muy joven, Tejada fue muy ágil y rápida. A pesar de eso, cada vez que aparecía un “paparazzo” nunca pudo decir “ampay, me salvo”.
La primera vez que la vi, Jessica estaba llorando. Había caído mal y ya no podía pararse. Salió de la cancha con ayuda y la gente aplaudía. Perú enfrentaba a China en el Mundial Juvenil de 1989 en el coliseo Dibós Dammert. América Televisión transmitía con locución de Lucho Izusqui y con Diana García para la voz en off de los comerciales. Fue un gran partido, quizá el instante en que todo un país se ilusionó con la prolongación de la felicidad. En 1988, el equipo de “Mambo” llegó a su cima en los Juegos Olímpicos de Seúl, un año después esas sucesoras se quedaron lejos de cubrir una net demasiado alta para ellas.
Pero ese equipo juvenil de Carlos Aparicio se convirtió en un extraño espejismo. Paola Paz Soldán, la chica de los puntos principales y de los bailes contagiosos, y Sammy Duarte, casi o más alta que Gaby Pérez, se fueron a Estados Unidos. Solo Margarita Delgado y Janet Vasconsuelo alcanzaron unos cuantos torneos con la selección mayor. ¿Jessica Tejada? Apareció muy poco, casi nunca. Man Boc Park no perdonaba una salida nocturna. Más que con esas cachetadas limpias que hoy son purita leyenda de camerino, el coreano castigaba a cadena perpetua con la ley del hielo.
EL PRIMER “CLIC” DE TEJADA
Luis 'Chocolate' Jiménez, fotógrafo con esquina y sangre, me contó que una noche de 1996 la sala de redacción del diario "Todo Sport" recibió una llamada. “Hay futbolistas y voleibolistas en el Complejo Miramar, están tomando desde la tarde”. Y colgaron. Apenas escuchó eso, Luis agarró su chaleco y tomó un taxi. Cuando llegó al centro de la fiesta, el avispado Jiménez se trepó por la parte trasera del complejo, afinó el flash y el diafragma de su cámara y disparó. Disparó a traición. Por sorpresa y sin dejar a nadie vivo. Al día siguiente la portada del escándalo: cuatro jugadores de la selección bebiendo licor con voleibolistas. Unidos por el deporte. Salud.
Allí estaba Jessica Tejada, festejando los chistes de Roberto Farfán y Ñol Solano. Después de una imagen, no te salva nadie. Cuatro años más tarde, decidió irse a España para vivir una inconclusa historia de amor con otro pelotero, Miguel Rebosio. Si hubiera existido agremiación de futbolistas en esos años, debería haber llevado su nombre. Todos la querían, todos pedían su teléfono. Un columnista no esperó mucho tiempo para hacer de su sobrenombre una posibilidad de deseo. La llamó “Provocación”. Y así quedó. Por los siglos de los siglos.
Han pasado dos años desde que Jessica Tejada se retiró definitivamente del deporte activo. Ya no está más en la Liga Nacional de Vóley. Lo que nunca se va a terminar para ella es ese hilo irrompible que la amarra al fútbol. Su novio es padre de Rodrigo Cuba, lateral derecho del Deportivo Municipal. Con él se fue a Estados Unidos el pasado 24 de diciembre. Fueron a buscar la Navidad y podrían volver sin regalos. El placer por el dinero siempre terminan en culpas. La avaricia exige todos los actos de penitencia. Jessica Tejada pasó de ser una señora tentación, a convertirse en un pecado capital.