Se dio el día de ayer, tres pibes: Juan con el número (3), José (5) y Pedro (7), no pasaban de 12 años, se sentaron en una grada de la cancha número trece de la Ciudad Deportiva, vestían sus respectivos uniformes de entrenamiento, eran las 14:30 y su práctica empezaba a las 15:30; sin que ellos se dieran cuenta de mi presencia entablaron una conversación a su estilo, palabras propias leídas en el diccionario y tantas otras fuera del argot de Carreño, pero eso sí bien comportados.
Se interrumpían constantemente para preguntarse y darse una respuesta, al tiempo que gesticulaban con manos y pies, y cada uno portaba su balón. Ahora sí lo que oí y observé.
Juan a Pedro: Cómo así vienes a entrenar a la Ciudad Deportiva; contestó el aludido: “Donde iba antes el profesor nos trataba mal, además nos hacía jugar tantos partidos, tres el sábado y tres el domingo (destrozando el físico), y en cada encuentro teníamos que dar 4 y 5 dólares por arbitraje, ahí mi papá se ‘cabrió’”. “Era un entrenador que más le interesaba el dinero que las virtudes del jugador”.
Entre cruce y cruce de palabras, y dominando el esférico, se interrogaban que cuando sean talentos a qué club profesional les gustaría defender. Hice lo posible por acercarme más, su sueño eran Barcelona y Emelec e internacionalmente Barcelona de España, Boca o River de Argentina y vestir la camiseta de la Tri. Pedro fue directo: “Si llegamos a la Selección estamos seguros de que nuestro comportamiento será ejemplar”. Deducción: no se concentrarán en el piso 17 (mal ejemplo que nos dejaron ciertos jugadores de la selección de mayores en ese piso).
Seguían conversando intermitentemente y al oír el silbato del profesor avanzaron a la cancha a efectuar la sesión de entrenamiento. Pedro le dijo a su padre: “No me dé instrucciones, no me grite, déjeme desarrollar lo que mi profesor me ha pedido”.
Observé en la práctica a estos tres carasucias: Juan era defensa y con buena talla; José, un volante con ideas de ofensiva, y Pedro, un puntero rápido y con gambeta como el recordado Loco Balseca.
Eran las 16:45 y la práctica finalizó. Linda lección de estos nenes.
No más palabras. (O)