Se debate usted entre dos equipos madrileños.
—Totalmente. Del Madrid y del Rayo. Soy de Vallecas y moriré en Vallecas. Tengo 31 años y he vivido 26 allí. Ahora la vida me ha llevado a otro lugar, pero ese barrio me ha dado lo que soy. En Vallecas mucha gente lucha cada día por comer, por sacar adelante sus familias y también por conseguir mantener al equipo. El primer campo que pisé en mi vida fue el del Rayo y allí conseguí mi primer autógrafo.
—¿De quién?
—De Hugo Sánchez. El único año que jugó en el Rayo. Recuerdo que lloré como la madre que me parió. Fue muy simpático, me hizo un gesto cariñoso tocándome la cabeza y yo no podía parar de llorar. Le esperé a la salida, estaba lleno de gente pero yo era el más chiquito, se fijó en mí y me firmó un balón. Me emocioné de mala manera. Para un chaval de barrio fue algo muy grande.
—¿Ha cambiado mucho el barrio de Palomeras?
—En los años ochenta transitar zonas del Pozo y Entrevías no era fácil. Tenías que ganarte el respeto. Cuando cruzabas la vía, la zona era muy peligrosa. Afortunadamente ha cambiado. Nosotros vivíamos en una casa baja y luego cogimos una de VPO. Ahora el barrio se ha modernizado, ha cogido fuerza.
—¿Su padre en qué trabajaba?
—Era chapista. Empezó a trabajar con 14 años. Somos tres hermanos. Mi hermano es mecánico, mi hermana canta y ahora estudia maquillaje. En mi casa mis padres siempre buscaron la manera de que al menos unos días en verano abandonáramos el barrio para irnos de vacaciones.
—El suyo fue un barrio muy castigado por la droga.
—Nací en el 84 y el problema de las drogas estaba empezando a pasar. Es verdad que todavía veías a gente durmiendo en los coches. Allí todos sabíamos como abrir un coche dando un golpe en determinado sitio junto a la cerradura. Pero en fin, a los de mi generación nos dio por jugar al fútbol y eso, efectivamente, nos tenía en la calle pero jugando.
—¿En quién se fijaba?
—En Hugo Sánchez, claro. Yo quería hacer chilenas por encima de todo. Pero en mi barrio también el fútbol era duro. Jugaba en el Palomeras Bajas, tenía 14 años, era cadete y salíamos siempre a palos. No me gustaba eso de “a ver con quién nos pegamos hoy”. Yo lo que quería era jugar y le tenía mucho miedo a los gitanos. Ahora son amigos míos, pero entonces me daban miedo. Me acuerdo una vez que me robaron el reloj y me obligaron a fumar. Bueno, me aterrorizaba. Hasta el punto de que cuando jugábamos contra el Pozo me agarraba a una farola y hasta que no llegaba mi padre no daba al balón. MI padre me decía: “Adri, con cojones”. Y yo hacía que me daba el flato y salía del campo encorvado.
—¿Vivió usted los atentados del 11-M?
—Sí. Mi tía estaba en la estación cuando reventó la bomba en el Pozo. Yo cogía el autobús en esa estación todos los días a las ocho menos cuarto. Aquel día me dormí y el pelotazo pegó a las siete y cincuenta y pico. Cuando iba a salir de casa escuché una explosión y la puerta se me cerró. A los pocos segundos se escuchó el segundo bombazo. Nos tiramos a la calle, fuimos hacia la estación y empezamos a ver gente corriendo. Todavía no habían llegado policías ni bomberos. Lo que vi en aquella estación no se me olvidará nunca.
—Escenas brutales.
—No se imagina. Cosas que nunca olvidaré. Como por ejemplo un muro reventado y un hombre intentado superarlo y cuando lo consigue vemos que no tenía piernas, que estaba mutilado. Llegaron dos policías y empezaron a sacar cuerpos. Era un caos terrible.
—¿Estaba estudiando?
—No, ya estaba trabajando, de antenista.
—Y al final lo que cambia su vida es un programa, Operación Triunfo.
—Sí cuando vi el programa y a David Bustamante decidí que lo que quería era dedicarme a cantar. Y el caso es que no lo hacía mal. Eso al menos me decían en mi casa y los amigos. Pero luego para llegar es muy complicado. La gente habla mucho de la suerte pero le aseguro que el trayecto es largo y duro. La suerte se busca. En este mundo nadie te regala nada. Me presenté a más de cuarenta pruebas y en todas me tiraron atrás. No es una cuestión de que te guste, tienes que estar poseído por una pasión brutal porque cada rechazo te va restando la autoestima.
—¿Su peor experiencia?
—Después de presentarme a cientos de casting, finalmente me cogieron para el musical de Queen: ‘We will rock you’. Sería el coprotagonista, pero a tres días del estreno me llamaron y me dijeron que no les convencía. Cantas bien, decían, pero tienes un problema en el habla porque hablas muy rápido y no se te entiende. Les dije: chicos darme el trabajo, aunque sea os subo el telón.
—¿Y cómo se recupera de ese palo?
—Bueno, lloras tres días seguidos pero luego tienes que seguir. Seguí haciendo pruebas e hice una para el grupo ‘La década prodigiosa’ y me cogieron.
—¿Y le han engañado por presentarse a pruebas?
—Me pidieron 400 euros para una prueba y el que la ganara iba al festival de Benidorm. Estuve trabajando repartiendo pizzas dos meses para pagarlo. Lo gané y me dijeron que para ir tenía que dar otros 400 o 600 euros más. Ahora pienso “que tonto era”. Por supuesto no pagué un euro más. Esos concursos son una mierda. Si la gente se quiere presentar que sepa dónde se mete.
—Al final logró entrar en el mundo del espectáculo y el fútbol perdió un delantero.
—¡Joder decían que jugaba muy bien! Tenía condiciones pero era un poco esmirriado. Super veloz, un tío con mucha carrera, y titular indiscutible para todos los entrenadores. Vengo del fútbol sala donde es más de toque, de planchar la bola. Hice una prueba con el Rayo, llegué a hacer una pretemporada pero me dijeron que si suspendía no podía seguir. Y era malísimo estudiando. Fue una pena porque mi pasión es el fútbol. Siempre lo ha sido. Toda la promoción de “Fuga de cerebros 2” lo hice con el brazo en cabestrillo porque el día anterior al estreno me fui a jugar al fútbol y me partí el codo, precisamente haciendo una chilena. A todo el mundo le decía que me había caído por las escaleras. Lo que más he querido en el mundo es jugar en el Rayo y finalmente lo conseguí. El año pasado participé en un partido benéfico y fue como participar en un sueño.
—¿Por qué es tan singular la afición del Rayo?
—Por la fuerza de conjunto. La fuerza del barrio, la lucha, las complicaciones. La afición siempre está a reventar con el equipo. Lo que le hace grande es la unión de todos y el amor por los colores.
—¿Es la mejor afición?
—Creo que como la afición del Atlético no hay nada igual. Fui a ver los cuartos de final de Champions y lo del Calderón no tiene nada que ver. Es una locura lo que se monta en ese estadio.
—¿El Bernabéu es más frío?
—Los aficionados son igual de buenos. Pero los del Atleti viven siempre en el extremo y quizá eso les hace ser como son.
—¿Y el día que se ven las caras Madrid y Rayo?
—Voy con el Rayo a no ser que el Madrid se juegue mucho.
—¿Entiende que el Madrid se haya quedado sin títulos?
—No. El problema es difícil de diagnosticar. A veces la gente juega como si fuera un hobby y por eso se quejan de cosas incomprensibles. No es un hobby, es tu trabajo y a eso te tienes que dedicar en cuerpo y alma. Es normal que se despisten porque son chavales.
—¿Ancelotti no era el entrenador adecuado?
—Siempre se le echa la culpa a los entrenadores. Pero estamos hablando de los mejores jugadores del mundo. El problema es que un futbolista tiene que salir siempre a comerse el campo y aquí había gente que se comía el campo como si fuera una vaca. Y lo dice un seguidor acérrimo del Madrid.
—El Madrid volverá a hacer una pretemporada comercial de viajes muy largos. ¿Cambiará algo con Benítez?
—Al final son los equipos comerciales los que tienen estos compromisos. No sé si eso se puede evitar. A mí Rafa Benítez me parece un buen entrenador. Creo que puede dar una vuelta al Madrid con esa idea de juego de atacar. Eso es lo que tiene él en la cabeza. Eso y rotaciones adecuadas que fue lo que faltó el año pasado.
—¿Se queda con el teatro, televisión o cine?
—Lo que mola del teatro es que tienes el feedback delante y ves la reacción del público, escuchas hasta los silencios. Lo malo o lo bueno es cuando pasa algo, alguien se queda en blanco y tienes que improvisar. La gente ha pagado su entrada y tienes que dar siempre espectáculo pase lo que pase. Eso es una mili. La televisión o el cine, parece que te pagan por esperar. Grabas una secuencia y a lo mejor no vuelves a aparecer hasta dentro de cuatro horas, aunque eso también es complicado. El problema del cine o la televisión es que lo que hagas se queda para siempre. Si lo pensaras ninguno seríamos actor.
—¿Ser el rey en la obra ‘El discurso del rey’ es una responsabilidad excesiva?
—Sí sobre todo por donde viene, por una película tan galardonada. Cuando te proponen esto es difícil y eso que soy muy parecido a Jorge VI. Es duro tartamudear durante dos horas, hacer esa transición. La segunda semana yo tartamudeaba las cuatro horas del ensayo y cuando salí llamé a mi madre y hablaba tartamudeando. Estuve bloqueado. No me salían las palabras. Estuve fatal. Hasta un taxista me dijo: “No sabía que era un actor tartamudo”.
—¿Alguna vez se encontró con la persona que le echó de Queen?
—Salía de hacer ‘Hoy no me puedo levantar’, desmaquillado, con el pelo lleno de gomina, hecho unos zorros. Fui a un cajero y me la encontré. Me miró con pena: ¡Adrian, cómo estás! Pensaba que había caído en la droga y que vivía en la calle. Yo le miré, puse cara de pena y me largué tan campante.