Su valía no se traduce en goles, sino en quiebres. En cómo engaña a sus marcadores con su cintura cimbreante.
Si Lapadula es el gol, y Cueva el gol y el pase-gol, André Carrillo es el desequilibrio. Y en este fútbol moderno, donde cada vez hay menos espacios, siempre habrá un lugar reservado para quien se anime a encarar. Acaso el único vestigio del fútbol atrevido y barrial.
Por eso ayer, Ricardo Gareca, barbudo, sereno y resuelto, pronunció su nombre entre los 28 convocados que tendrán la afortunada, pero a la vez compleja empresa de conducirnos, sin más paradas de por medio, hacia Qatar 2022.