Con Ilkay Gündogan y Kevin De Bruyne como filtradores de lujo, Erling Haaland firmó un doblete con el que demostró su inabarcable voracidad de la que se aprovechó el Manchester City, que ganó 0-2 al West Ham en su estreno en la Premier League.
Después de la caída frente al Liverpool en la Community Shield, los hombres de Pep Guardiola no podían sufrir otro golpe. Había mucho en juego en su estreno de la Premier, pero, por encima de todos, un jugador tenía puestos todos los focos sobre su figura: Erling Haaland.
El refuerzo de mayor relumbrón del City anduvo perdido en su primer encuentro oficial. Muchos cuestionaron su idoneidad para encajar en un estilo como el del equipo de Guardiola. De hecho, frente al Liverpool, no llegó a tocar la pelota ni veinte veces a lo largo de todo el encuentro.
Aunque ya marcó en un amistoso frente al Bayern Múnich, a la hora de la verdad, falló. Guardiola tenía que hacer algún retoque para cambiar las tornas y sentó a Bernardo Silva y a Riyad Mahrez para dar entrada a Ilkay Gündogan y a Phil Foden. Con el alemán sobre el césped, el City ganó algo de verticalidad y profundidad. Y, de ello, se benefició Haaland.
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