No importa cuánto uno esté preparado para lo inevitable, la resolución siempre sorprende, aunque el final esté cantado de antemano. Siempre existe espacio para la sorpresa, un pequeño margen para romper la tendencia, para soñar con lo imposible y desafiar la razón. Cuando todo parece perdido, uno recurre a la cábala, a las señales divinas o a la pura fe para creer que todo podría ser diferente. Pero pocas veces lo es. Así uno puede empezar todas las carreras con la ilusión de que esta vez se romperá el orden establecido, pero siempre terminamos en el mismo lugar: escuchando el himno de Max. Una banda sonora que nos sugiere que, pese a la prontitud del calendario, el campeonato ya está sellado.
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Ayer, Max dominó sin sobresaltos y Checo Pérez consiguió la segunda posición tras cuatro giros. A partir de ahí, los Red Bull giraron lejos de la emoción, simplemente porque no tenían competencia. Rara vez el líder de la carrera recibió tanta poca atención de las cámaras de televisión, un fenómeno que refleja el dominio abrumador de Verstappen en la categoría en estos últimos meses. La falta de sorpresa no solo disminuye el interés del público, sino que también subraya la superioridad del piloto holandés. La competencia está desdibujada. La actual reglamentación ha sido dominada por Adrian Newey. Ni siquiera el GP de Arabia Saudita, siendo el circuito callejero más rápido de la temporada y el segundo trazado más extenso del calendario, ha cambiado el resultado: Verstappen se ha destacado desde la primera vuelta en esta especie de gira mundial rumbo a su nueva corona. Max ganó por 13 segundos sobre su compañero de equipo.
Ferrari es el mejor del resto, pero no es suficiente. Aunque los monoplazas escarlatas tienen mejores actuaciones en las carreras de velocidad y potencia, la diferencia actual es tan grande que lo que puedan lograr es anecdótico. Lo más emocionante de ayer fue el debut oficial del joven británico Bearman, quien, debido a la apendicitis de Sainz, tuvo que ponerse el mono y debutar, a sus escasos 18 años, en la categoría. Sin experiencia y en un circuito complicado, terminó delante de Norris y Hamilton.
¿Hubo algún momento en el que la historia de ayer podría no haber jugado a favor de Max? Sí, pero dependía del azar. Lando Norris y Lewis Hamilton apostaron por arrastrar la única parada en boxes de la carrera hasta la aparición de un coche de seguridad o una bandera roja. Arabia Saudita es un circuito callejero rápido y complicado, así que podría haber sucedido, pero ni siquiera el azar favoreció el espectáculo. No funcionó, pero al menos hubo intención de hacer algo diferente. Tras este inicio agitado, vienen días de descanso antes de Australia. El tiempo servirá para hacer ajustes, pero según lo visto en estas dos primeras fechas, a menos que se produzca un cambio radical, el campeonato está predestinado.
Mira el análisis de Daniel San Román sobre el GP de Arabia Saudita: