Cinco meses después, y contra todo pronóstico, Jinder Mahal sigue siendo el máximo monarca de WWE. Y ante la perspectiva de cara a Survivor Series (2017), con un duelo con Brock Lesnar sin ningún título en juego, parece que seguirá manteniendo su condición al menos hasta finales del próximo mes. Según los reportes, quizá la pierda entonces ante Shinsuke Nakamura, pero la recuperaría al poco tiempo, llegando incluso hasta WrestleMania 34 con dicho estatus.
Aunque Mahal se haya ganado un cierto apoyo del público por su anterior condición de “jobber”, precisamente aquí reside el, a mi juicio, problema de su ascenso a la cima. Con los últimos sucesos en torno al regreso de Kurt Angle a los rings se ha evidenciado la precipitación por cuadrar números, algo de lo que ya hablé en un reciente artículo. Y considero que la coronación del indo-canadiense fue el primer paso de esta enajenación transitoria, motivada aquí concretamente por las ansias expansionistas en el mercado indio. Un cambio de rumbo de la noche a la mañana que, justamente por lo abrupto que resultó, ha motivado la simpatía del Universo WWE.
Pero, obviando esto, quizá el mayor problema reside en la falta de calidad en sí del luchador, así como el pobre dibujo de su reinado. Pocas veces hemos visto un recorrido de esta correa que haga lucir tan mal a su portador, y que no esconda, sino saque a la luz las carencias del susodicho. Ya lo comprobamos especialmente con sus dos combates contra Nakamura (SummerSlam y Hell in a Cell).
La reflexión a la que quiero acercarme es a la de si Jinder Mahal supone uno de los peores, o tal vez el peor, Campeón WWE de la historia. A lo largo de los 54 años de vida del mayor cetro del producto McMahon, hemos visto recorridos que han hecho un flaco favor al luchador protagonista de ese momento, en una sucesión de victorias que, en pos de aumentar su condición de rudo, también evidenciaban sus defectos.
Describo ahora el caso de John “Bradshaw” Layfield, el más reciente si echamos la vista atrás en la lista de portadores, y que guarda ecos con el de Mahal. JBL tuvo durante 280 días la correa, desde The Great American Bash (2004) hasta WrestleMania 21; recordemos que también se prevé que Mahal claudique definitivamente en el próximo “Show de los Shows”, lo que conjugaría una duración similar.
Sus defensas fueron propias de un campeón cobarde e incapaz de vencer por sí mismo, primero con la ayuda de Kurt Angle (por entonces Gerente General de SmackDown!) y luego con la de Orlando Jordan y Heidenreich. A nadie escapa que Layfield nunca ha sido un Bret Hart sobre el ring precisamente, y aunque tuviera rivales de postín como The Undertaker o Eddie Guerrero, poco pudieron hacer estos para sacar algo de lustre del texano.
Pese a ser una de las mejores épocas para WWE, la Attitude Era aunó una cantidad de idas y venidas titulares que hoy día serían muy criticadas por buena parte de la IWC. Tantas, que vieron la coronación de uno de los peores talentos que, paradójicamente, más éxitos conoció en dicho periodo, tanto bajo WWE como bajo WCW: Sycho Sid.
Obviando que sus ¡dos! consecuciones del Campeonato WWF no fueron victorias limpias (ante Shawn Michaels y Bret Hart), con sendos reinados breves, lo urticante del asunto es que llegara a estar en los planos estelares durante tanto tiempo. Inexplicable, considerando también sus “memorables” actuaciones años atrás, con ese estelar de WrestleMania VIII ya debidamente reseñado en un artículo de mi autoría. Que los mejores no sean quienes ocupen los grandes focos no es un mantra inventado con Roman Reigns.
Si hablamos de campeones de transición, tal vez Sgt. Slaughter sea el más célebre. Su único reinado, en 1991, sólo fue consecuencia del descontento de la directiva con The Ultimate Warrior. Para no devolver directamente el título WWF a Hulk Hogan, los creativos buscaron un portador temporal hasta WrestleMania VII, y encontraron en Slaughter el perfecto recipiente, quien gozaba de una gran reacción como rudo. Con menos carisma y presencia que Hogan, nunca pudo consolidarse como el gran héroe de la compañía, de ahí que a mediados de los 80 buscara suerte en AWA.
Posteriormente, tras su citado affaire con el Campeonato WWF y la marcha de “The Inmortal”, los tiempos habían cambiado y los personajes patriotas ya no estaban de moda. En definitiva, Slaughter no aportó nada a la historia de este cetro, aunque también es cierto que trabajadores así son necesarios para que otros luzcan. Es imposible dar cabida a todos.
Pero hubo un luchador que precedió y superó a Slaughter en términos de temporalidad y futilidad. Allá por 1973, el canadiense Stan Stasiak vivió su momento de gloria al derrotar a Pedro Morales, el legendario gladiador puertorriqueño que había logrado conservar el Campeonato WWWF durante casi tres años. Y así, Stasiak se convirtió en el primer campeón de transición de la historia de este título, cuando sólo nueve días después, Bruno Sammartino se lo arrebató. Al parecer, el Imperio McMahon planeaba desde hacía tiempo otro reinado del italiano, pero no querían que se diera con una victoria de este sobre Morales, de ahí el uso de un rudo como Stasiak.
“The Crusher”, célebre apodo con el que fue conocido, compensaba sus limitaciones técnicas con un estilo agresivo que le hizo ganar un buen puñado de títulos, principalmente bajo NWA. Aunque siempre será recordado como el menos memorable de los Campeones WWE.