Carlos Tévez encontró en la presión y en los ambientes difíciles para los argentinos, el combustible que lo hizo rendir mejor. Primero ganó el título del Brasileirao 2005 con el Corinthians del que se hizo ídolo, tanto que inspiró la campaña publicitaria “que el mejor jugador del fútbol brasileño sea argentino, no tiene precio”.
Un año después llegó a Inglaterra para jugar en el West Ham United que peleaba el descenso. De los siete goles que hizo el último fue el más celebrado porque mantuvo al equipo londinense en la primera división. Lo hizo ante el Manchester United en Old Trafford. Una muestra de carácter suficiente para saltar al equipo de Alex Ferguson con el que en dos temporadas ganó todo: un par de Premier League, una Liga de Campeones de Europa, el Mundial de Clubes, más la Copa de Inglaterra y la Community Shield.
No pudo con el genio del técnico escocés y cambió de club sin sonrojarse. Se puso la camiseta del Manchester City por cuatro años. Repitió los títulos locales (Premier y Community) más una FA Cup. La Champions en cambio, le fue esquiva. En 2012 entró en conflicto con su entrenador, el italiano Roberto Mancini. La guerra fría entre los dos apuró su salida para Juventus.
Su ciclo en el fútbol inglés marcó la categoría que tiene. Vistió camisetas pesadas que llevó a la gloria. Su única cuenta pendiente fue con el idioma. El inglés lo superó. “El very difficult” mientras festejaba un título con el Manchester United aún genera carcajadas.