No va más: la final cubrió en 2-2 su primer tramo y entra en su semana decisiva con la vuelta a Oakland para un quinto partido del que saldrá un equipo ya con el primer match ball, que se resolverá el martes en Cleveland. Eso es lo que sabemos seguro (si hay séptimo sería de vuelta en la Bahía, el viernes) y esto es lo que dice la historia: el ganador de un quinto al que se llega 2-2 ha acabado siendo campeón en más del 71% de las finales (20 de 28) en las que ha habido tablas tras cuatro encuentros.
Según la métrica del BPI (Basketball Power Index) que analiza todas las variables estadísticas de la final, las opciones de los Warriors se cotizan por encima del 69%: muy favoritos. Los Cavaliers estaban en un 56% antes del cuarto partido y han caído por debajo del 31. Así de enorme fue esa ocasión perdida para poner el 1-3 ante su público en un partido en el que Steve Kerr rompió el eje del equipo que sumó 67 victorias en Regular Season y se la jugó con una apuesta por el small ball que devolvió a los Warriors a la final.
Porque los Warriors necesitan correr, fulminar al rival a base de ritmo muy alto y transiciones supersónicas, no tanto contraataques puros. Y más en esta final en la que los Cavaliers sobreviven con una rotación real de siete jugadores a base de bajar la cadencia de juego y de que LeBron amase bote y consuma segundos antes de empezar las jugadas, para que sus compañeros descansen. No es bonito de ver y supone un desgaste gigantesco para el propio LeBron, pero es lo que había puesto al volante de la final a los de Ohio durante los tres primeros partidos. Contra eso, Kerr se volvió hacia el discurso de Pat Riley a sus Lakers en uno de sus históricos duelos con los Celtics: no dejéis de correr porque en algún momento ellos van a reventar. No será hoy ni quizá en el siguiente partido pero tal vez sí en el próximo… al final, reventarán.
La inclusión de Draymond Green (2,01 muy raspado) y Harrison Barnes (2,03 justísimo) como pareja interior contra Tristan Thompson y Mozgov, que ya estaban siendo dominadores en las zonas, tenía su cuota de suicidio: entre ambos, con el mejor partido en anotación de toda la carrera del ruso, se fueron a 40 puntos y 23 rebotes. Pero por fuera de la pintura los Cavs se quedaron en un 7/40, 3/23 en triples, y entre Green, Iguodala y Barnes anotaron 53 puntos con 18/35 en tiros. Y David Lee absorbió los minutos de Bogut y Ezeli con su físico en puro precario pero sus innegables fundamentos ofensivos. Los Warriors por fin corrieron y no dieron ni una posesión de respiro a unos Cavaliers que estaban agotados, física y mentalmente, ya sobre el cierre del tercer cuarto. Claro que, y lo recordó LeBron tras el partido, su equipo falló muchos tiros abiertos. Pero también los habían fallado los Warriors en partidos anteriores. Muchas veces los aciertos o fallos de los jugadores hacen buenas o malas las estrategias. Es tan sencillo como eso.
En tiros liberados de defensores, los exteriores de Cleveland firmaron en el cuarto partido un 6/29 (poco más del 20%) por el 53% (24/45) de los de Kerr. En ese dato influyen la acumulación de esfuerzos, la lesión de hombro de Shumpert y el agotamiento de Dellavedova. JR Smith es prácticamente el único que está jugando una final demencial sin demasiada coartada. Golden State usó el small ball en el 90,7% de sus jugadas y sumó en ese tramo un +22. Ya en el primer cuarto anotaron 31 puntos por los 19, 20 y 20 de los tres partidos anteriores. Mientras, los Cavaliers estuvieron en mínimos en puntos, triples, robos y tapones. Mozgov y Thompson tuvieron que cruzar la pista sin parar a toda velocidad una y otra vez, a Dellavedova se le acumularon más posesiones en las que perseguir a Curry y LeBron tuvo enfrente a Iguodala desde el salto inicial… y en un 63% de sus jugadas por el 48% de los tres duelos anteriores. Con él como defensor, está en 35% en tiros (18/54) y en un -25 en diferencial de marcador. Iggy es por ahora el jugador clave de los Warriors, por su defensa a LeBron, por su capacidad para asumir responsabilidad en ataque ante las trampas de los Cavs a Curry y Thompson… y, otra vez, por su frenético ritmo de juego y sus galopadas en transición. Con él en pista, los Warriors están en un +32. Sin él, -10.
En ese retocado sistema de pequeños, Green volvió a ser importante y Curry sostuvo el toque que había recuperado en el último cuarto del tercer partido: 9/15 en triples desde entonces, 6/26 antes. Datos y sensaciones, con el añadido del regreso a Oakland, vuelven a pintar como muy favoritos a los Warriors (+8,5 de ventaja media en el quinto según los apostantes). Pero también lo eran antes de empezar la final y tres partidos después estaban en un lío tremendo. Los Cavaliers han tenido esta vez un día más de ventaja, vuelven a no tener nada que perder y se agarran a dos principios elementales: todos los equipos tienen un partido malo en las finales y para ellos pudo ser el cuarto. Y, fundamentalmente, comienza una nueva final a tres partidos y sólo uno de los equipos tiene a LeBron James. Mientras, llegan ecos de quejas de veteranos como Shawn Marion, que no ha pisado la pista en la serie. Miller y Perkins han jugado veinte minutos entre los dos. Y quizá en la apertura de una rotación absolutamente destrozada por las lesiones tenga Blatt una respuesta al órdago táctico de Steve Kerr en el cuarto partido. Porque el que salga derrotado del Oracle Arena en el quinto ya no tendrá margen de error.