La técnica se desarrolla y la táctica se aprende. Pero la destreza pareciera ser algo con lo que se nace, para luego potenciarla, y esa es la historia de Chiara Singarella. Con el deporte en la sangre, se desempeñó hasta el 2021 con la misma intensidad en la Selección de Fútbol y la de Handball, pero el tiempo la forzó a tomar una decisión, que hoy la ubica en la puerta de su primer Mundial en Australia-Nueva Zelanda.
Su madre es profesora de Educación Física y gracias a sus colegas pudo acceder a los "permisos" que no le daban a otras nenas. Desde chiquita pudo jugar entre varones con libertad y de su padre heredó la pasión por los dos deportes que practicó desde que tiene memoria.
Ambas actividades eran bien distintas, pero le sentaban igual de bien. Tal es así que fue convocada para representar a Argentina en las dos selecciones y entrenarse en Buenos Aires. Mientras pudo, sostuvo las pasiones en simultáneo haciendo malabares, pero el parate del COVID la llevó a reflexionar.
Las exigencias en la preparación y la contextura física de un deporte y el otro no coincidían. Según explica, en handball la necesitaban robusta y fuerte, pero en fútbol debía ser ligera y rápida. Hasta los 16 tuvo "un cuerpo híbrido" y tuvo que escoger cómo encaminar su entrenamiento para triunfar en el alto rendimiento.
La Psicología resultó determinante en la elección de su camino por dos motivos. Por un lado, según relata, trabajar con psicólogos le permitió forjar una mentalidad resiliente ante las frustraciones y una capacidad de adaptación enorme. Pero por otro lado, esta carrera fue la que soñaba estudiar y la que le permitió convertirse en una futbolista de tiempo completo.
En la Universidad de Alabama (Estados Unidos) le ofrecieron la oportunidad de tener un título y un oficio para el futuro, combinado con la formación deportiva en un país que le imprime una importancia trascendental al fútbol femenino.
Chiara es de Mendoza y jugó en Las Pumas, como la gran Estefanía Banini. Y aunque sus padres se conocían de la infancia, entre ellas no había relación. La más pequeña admiraba a la referente en silencio y la miraba triunfar en Atlético Madrid por Instagram. Hoy toma mate junto a ella en las concentraciones y será testigo privilegiada de "la última función de su ídola" en este Mundial.
"Viru", como la apodaron sus compañeras por sus pelos alborotados, tiene 19 años y puede aportarle al equipo de Germán Portanova potencia, velocidad y juego por las bandas. Combina una buena pegada con desbordes y centros, de los que Mariana Larroquette es fan. En dupla con la experimentada delantera, Singarella puede ser una opción de peso para Argentina en la Copa del Mundo y, sin duda, es una de las caras del futuro de la Selección.
Chiara Singarella y las expectativas mundialistas: "Argentina siempre fue mirado desde arriba y creo que podemos dar el batacazo"