En la previa del decepcionante debut de la selección brasileña en Rusia, Río de Janeiro se había preparado para celebrar una verdadera fiesta, pero no todos los invitados llegaron.
Miles de cariocas salieron a las calles de la ciudad donde el fútbol es casi una religión, pero los tradicionales puntos de encuentro al aire libre, preparados con pantallas gigantes, lucieron con una convocatoria apenas aceptable, lejos de las multitudes de otras copas.
La relación de la gente con el equipo poco tiene que ver con la actualidad del equipo, invicto desde hace más de un año y con 17 victorias en 21 partidos desde que el entrenador Tite tomó el timón: Brasil recibe el mundial en un año electoral, empantanado en una crisis que no encuentra resolución. La economía todavía no cobra impulso luego del comienzo de su letargo en 2014, cuando Dilma Rousseff presidía el país.
Poca concentración
El espacio Alzirão, desde hace 40 años tradicional punto de encuentro en Tijuca, en la zona norte de la ciudad, se tiñó de verde y amarillo, pero debajo de las banderas y cintas de colores que decoraban tres cuadras, a media hora del inicio del partido frente a Suiza, la poca concentración de gente causaba decepción en los vendedores de cerveza y merchandising y sorpresa entre la gente.
“A esta hora estaba muchísimo más lleno en la copa pasada. Es el primer partido, creo que si a Brasil le va bien y avanza, esto se va a llenar más adelante”, dijo Antonio Coelho, 19 años, mientras esperaba a un grupo de amigos.
Máximo ganador de la Copa del Mundo de fútbol -cinco títulos-, Brasil es símbolo del deporte más popular del planeta y, como en cada edición, uno de los candidatos más firmes a quedarse con el trofeo. Sin embargo, un clima inusual de apatía acompañó los preparativos para la Copa y parece que se prolongará luego del decepcionante empate con Suiza 1-1.
“Noto que hay un desinterés importante, pero esto sigue siendo una fiesta para muchos. Acá está muy bien, mucho más animado que en mi ciudad”, aseguró Gleici, quien llegó a Río para pasar unos días desde la ciudad norteña de Belén, y siguió el partido en la Praça Mauá, en el centro.
Cuando por la tarde comenzó a rodar la pelota en el Rostov Arena, la frialdad que los brasileños mostraron con su selección en las últimas semanas comenzó a quebrarse poco a poco.
Hubo casi media hora de júbilo, luego de que Coutinho, jugador del Barcelona, abriera el marcador a los 20 minutos del primer tiempo, pero tras el empate suizo de Zuber, a los 49 minutos del segundo tiempo, los ánimos se aquietaron otra vez.
Mayoría sin interés
Según una encuesta de Datafolha realizada la semana pasada, sorpresivamente el 53% de los brasileños dijo no tener ningún interés por la Copa de Rusia.
“Esto era para no poder ni siquiera moverse hacia los costados. A la gente no le interesa mucho el fútbol por causa de la crisis”, aseguró Edson Ferreira, quien fue al centro a seguir el partido con su mujer y sus dos hijas.
“En Brasil las copas del mundo son hechos hegemónicos que encubren los conflictos y problemas que lo atraviesan. En 2014 hubo una tentativa de grupos de derecha de criticar estructuralmente la copa pero no funcionó. Este año el enceguecimiento por el fútbol se quebró y de forma espontánea”, dijo a The Associated Press Ronaldo Trindade, doctor en Antropología por la USP.
Ni siquiera el fútbol consigue distraer a los brasileños de sus problemas.
Con vistas a la elección presidencial de octubre prima un clima pesimista. En medio del descreimiento de la clase política y de los partidos políticos tradicionales, implicados en el escándalo de corrupción del Lava Jato, ninguna candidatura despierta mayoritariamente expectativas favorables.
El antropólogo aseguró que el poco interés por la copa “es una novedad histórica”. No obstante, señaló que una seguidilla de buenos resultados podría modificar la percepción e incluso tener impacto en las elecciones. “En un clima de delirio triunfalista, la crítica social tiende a quedar nublada, en un segundo plano. Eso favorecería a los candidatos de derecha”, aseguró Trindade.
El empate con Suiza abrió un signo de interrogación respecto de las aspiraciones de Brasil en Rusia. Y, a miles de kilómetros de Rostov, prorrogó la falta de entusiasmo de los brasileños con el campeonato. (D)