29/03/2024

Martín Galván, el verdadero 'Messi' que perdió México

Jueves 25 de Junio del 2020

Martín Galván, el verdadero 'Messi' que perdió México

René Tovar nos cuenta cómo un futbolista, quien debutó con 14 años en el futbol mexicano, pintaba para ser una figura internacional y luego se perdió en el mapa del balompié nacional.

René Tovar nos cuenta cómo un futbolista, quien debutó con 14 años en el futbol mexicano, pintaba para ser una figura internacional y luego se perdió en el mapa del balompié nacional.

“Les prometo que no les voy a fallar”. Me quedé con esa frase un 14 de febrero. Familiares, amigos y cercanos suyos nos encontrábamos en las instalaciones de Cruz Azul que había cedido su espacio para festejar el cumpleaños de una de las figuras más prometedoras del futbol mexicano: Martín Galván.

Fue hace casi tres lustros que gracias a la amistad con un agente de jugadores conocí a un crack, lo que hoy llamaríamos coloquialmente como el ‘Messi mexicano’ que debutó a los 14 años 10 meses y deslumbró el mundo futbolístico mexicano por su calidad.

Recuerdo una llamada de este promotor para invitarme a ver en Acapulco a un niño de 12 años que haría las pruebas con el Barcelona de España. Me habló tan bien del jugador que convencí al director de Récord en aquel entonces para viajar al Puerto y ver al ‘niño ‘maravilla’ del que se hablaba en un torneo de promesas de su ciudad.

Su padre del mismo nombre, Martín Galván, amigo de Jorge Campos, originario de Acapulco, fue quien me recogió en el aeropuerto para al día siguiente trasladarme a los campos de tierra acapulqueños, adelante de Pie de la Cuesta.

Mi amigo, agente que hoy sigue laborando en el medio futbolístico, creyó ciegamente en Galván que lo había firmado, incluso, en una hoja en blanco por la la posibilidad de representarlo a tan corta edad porque definitivamente iba a marcar un antes y un después del futbol mexicano.

Él mismo me advirtió: “Este chamaco la va a romper, velo, no te miento, es un crack”, me señalaba una y otra vez en el auto rumbo a los soleados campos de juego en el Puerto.

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Su padre del menor de 12 años era el entrenador del equipo. Me dispuse a meterme a las tribunas para ver a este 'revolucionario' futbolista. No recuerdo el nombre del equipo, pero no puedo olvidar la tarde en la que ese chamaco, con la mano en la cintura, hizo más de cuatro goles con infantes de su categoría. Le quedaba pequeñita esa división. Hábil, técnico, rápido, con un cuerpo bien desarrollado y fuerte. Ese día me dejó deslumbrado la calidad de ese joven que era punto y aparte en esa arena que quemaba por el radiante sol que hacía.

“¿Qué te pareció René?”, me preguntó su padre. Fui sincero y le dije que ese chico tenía un gran futuro. Me reviró: “Voy ahora a ponerlo a jugar ahora con otra categoría mayor. La 14”. Así fue lo metió con otro equipo que Martín Galván Sr dirigía el de 14 años. Galván sacó sus mejores luces. Asumió su liderazgo y tuvo una tarde inolvidable. Destellos de crack. Sin duda. Dribbling por derecha, por izquierda, se llevaba a sus contrarios como meteoro. Resumen: Dos goles de gran calidad acaso firmados por jugadores incluso de talla internacional.

¡Wow! Me quedé perplejo. Quizá mi comentario o análisis no pasaría de un criterio únicamente periodístico y personal. Sin embargo, en ese semillero de promesas acapulqueñas acudían visores de clubes a captar talento. Me sorprendió ver el excelente scouteo del club Pachuca, único equipo que tenía representantes en el campo para llevarse a las jóvenes promesas a su institución. Me acerqué a uno de los ‘profes’ para salir de dudas. ¿Era yo o estaba ante uno de los jugadores que en el futuro iban a dar de qué hablar a nivel mundial? Para complementar mi trabajo periodístico entrevisté al ‘couch’ hidalguense quien hizo extraordinarias anotaciones sobre la actuación de varios chicos en el lugar.

“Buenas tardes”, le dije. No traigo a mi mente su nombre. Pero el diálogo fue más o menos el siguiente. “Veo que tiene varios apuntes. ¿Usted de casualidad le dio seguimiento al jovencito de apellido Galván?, le cuestioné. Me respondió de inmediato. “¡Sí, como no!, ese chico posee un gran talento... Mira” me expuso para mostrarme una tabla de evaluación con las calificaciones del perfil de todos los jugadores. ¿Saben cuánto tenía Galván? 10 en la mayoría de los rubros, salvo un aspecto que era el de liderazgo.

“Este chico posee mucha calidad” me ratificó. Luego le cuestioné si estaba para llevárselo a Pachuca. Fue tajante: “Mañana mismo me lo llevaba. Es una joya. Tiene las más altas calificaciones, pero platiqué con su padre y me dijo que Barcelona los invitó a un entrenamiento. Espero le vaya bien. Le dejé las puertas abiertas”. Martín era un chico serio. Soñador. Muy introvertido. Ilusionado con la posibilidad de llegar al Barcelona. Su padre de carácter dominante amablemente después de la exhibición futbolística me invitó, junto con su familia, a un delicioso pescado a la talla. Ahí pude platicar más a fondo con el chico, tomarle unas fotos. La imagen que dio pie al cintilllo de Récord, otrora el mejor diario de México, fue una chilena de Galván con la playera no recuerdo si del Barcelona... O del Cruz Azul, el equipo favorito de su padre.

Obviamente esa información se llevó un buen llamado en la página principal. Seguí uno a uno los pasos del joven maravilla. Me hice amigo de la familia. Quizá no muy cercano, pero si el tipo que tenía fe en él.

Digamos que lo adopté periodísticamente hablando. Martín viajó a Barcelona por invitación del equipo, pero no quedó. ¿Por qué? nunca lo supe. No me explicaron. Sólo me dijeron que no le volvieron llamarlo.

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Sin embargo, la cercanía de su señor padre con su paisano, Jorge Campos, hizo incluso que en las concentraciones de la Copa del Mundo de 2006, con La Volpe, fuera ‘convocado’ a entrenar nada menos que con la Selección Nacional mayor, obviamente en entrenamientos.

La relación periodista/jugador sinceramente era lejana. Martín padre comenzó a ofrecerme información cada vez más escasa de su hijo que iba creciendo en Cruz Azul. Lo guardaba de la prensa a sugerencia de gente de selecciones y del propio equipo. Respeté sus ideas, hasta que por fin me enteré que debutaría al equipo de sus amores: Cruz Azul. Ahí a sus 14 años recuerdo aquella tarde del 14 de febrero en que invitado amablemente por Martín, reunidos sus familiares el Jr. tomó el Jr. y prometió “no fallarles”. Después la relación con Martín padre se enfrió. Perdí toda la comunicación con ellos hasta que un 5 de enero del 2008 Martín Galván entró al libro de récords del balompié mexicano al jugar en el duelo de la Interliga entre La Máquina y los Rayados de Monterrey.

El uruguayo, Sergio Markarián, entonces técnico de los celestes, se desvivió en elogios sobre Galván al que calificó a su corta edad como un “crack”. El futuro de México. Posteriormente, Benjamín Galindo lo inició en Primera División convirtiéndolo en el jugador más joven en jugar máxima categoría sólo abajo de Víctor Mañón.

No obstante sus logros, mi relación con su padre estaba rota. No habíamos tenido más llamadas. Las últimas que cruzamos me platicó que tenía un buen contrato con Cruz Azul (se desveló que La Máquina pagó un gran contrato para un niño e incluso saldaba los estudios de su hermana en la Universidad), pero no más, perdí esa cercanía con familia y jugador.

Seguí su carrera de cerca. Su primer llamado a Selección Nacional. Confieso me sentía orgulloso de haber vistos sus primeros pasos. Desgraciadamente las disciplinas lo perdieron. Encaramado en que sería el ‘Messi’ mexicano, como ahora se les llama, ensoberbecido, acaso por la fama llegó su caída en espiral. Seleccionado Sub 17 (2009) y concentrado en León, en preparación a una Copa del Mundo, se le ocurrió la indisciplinas de meter mujeres a su cuarto, como reportamos los medios deportivos. Entonces lo marginaron del Mundial de la categoría. Principio y fin.

La mala fama de Martín comenzó a pesarle y dejó el primer equipo para después irse a filiales en Cruz Azul Hidalgo, luego se perdió del mapa de la Primera División.

Olvidado y vuelto a su cruda realidad, Galván jugó en Atlante, Reynosa y Pioneros de Cancún sin pena ni gloria. Solamente tuve la oportunidad de chatear con él una vez en medio de sus problemas futbolísticos. Lo busqué para apoyarlo. Le mandé un mensaje que nunca me respondió. Terminé la comunicación con él de esta manera: “Martín está claro que no quieres tener ningún contacto conmigo. Te deseo lo mejor. Suerte en tu carrera futbolística”, me despedí de él hasta la fecha.

En 2017 me enteré que viajaba a Salamanca a incorporarse con equipo de aquella ciudad prácticamente en el anonimato y como parre de un grupo de jugadores que buscaron seguir su actividad futbolística, porque en México ya no tienen cabida. Están en el ocaso de su carrera viviendo sus últimos años en el futbol.

Curioso, el 14 de febrero es justo el día de mi cumpleaños. Cosas que no se olvidan. Hoy a sus 27 años, Martín se encuentra en la edad que explotan los jugadores, pero al parecer eso no sucederá desgraciadamente con el acapulqueño, arrancado de los reflectores de la Primera División. La historia de Martín es la de muchos que teniendo todo terminan en nada por un mal seguimiento y proceso futbolìstico, sin olvidar su mentalidad.

Peleado con el agente que lo descubrió, incluso hasta conflictos que estuvieron a nada de ser legales, alejado del periodista que le hizo su primera nota, Martín Galván hoy es el ejemplo que para llegar a ser un ‘Messi’ se necesita más que ser un crack, llevar una mentalidad a prueba de fuego y una humildad a prueba de balas. Los Galván en México, sobran. Los Messi en el mundo, uno solo. Por algo son leyendas del futbol vivientes...

Ver noticia en ESPN: Fútbol Mexicano

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