Por primera vez desde 1998, Perú llega a las últimas tres fechas de las Eliminatorias con esperanza de clasificar. Contra Bolivia, Gareca logró tres cosas complicadísimas: conseguir más de 20 puntos en la tabla, sumar tres puntos en el Monumental (este ha sido apenas el cuarto triunfo en 16 partidos en ese escenario) y ganar sin su mejor carta, Paolo Guerrero.
No es poco, pero lo que viene adelante es más complejo. La historia indica que Perú siempre ha sido una perita en dulce cuando juega de visita. Las victorias han sido escasísimas, y los empates, accidentes felices. Nunca hemos ganado en Quito en este formato de competencia y solo nos ha tocado empatar una vez. En Buenos Aires, la Blanquirroja tampoco ha podido sacar nada más que tablas (de hecho, por Eliminatorias a Argentina no le ganamos ni allá ni acá desde 1985). Esos son los dos partidos siguientes. El último es ante Colombia en el Nacional. En Lima, Perú no vence al equipo de Pekerman en un torneo de clasificación desde 1981. En Barranquilla y Bogotá sí se ganó antes: en 1997 y 2001, respectivamente.
La historia parece una mala compañera de las ilusiones nacionales, pero estas son solo estadísticas: ayudan a entender un contexto, pero no explican ni pronostican lo que va a pasar en la cancha. Las noticias que llegan del campo de juego, sin embargo, son ambivalentes. Ante Bolivia, el equipo de Gareca protagonizó el partido más lento de todos los que se vieron en la Conmebol ese día. Los altiplánicos estacionaron el bus, aguantaron los primeros 15 minutos y trataron de impartir un ritmo cansino. Perú buscó mucho por derecha, con Advíncula y Carrillo, pero los desbordes acababan en centros inalcanzables para un delantero como Ruidíaz. Los goles en el segundo tiempo se debieron a virtudes individuales, pero no a una presión constante. Los memes de alivio ante el fallo de Justiniano son buenos indicadores del susto.
Y aun así, Perú ganó. Y ganar jugando mal no es solo un mérito, sino que es el mérito de los equipos que alcanzan objetivos que están por encima de su nivel. Otro es vencer el determinismo de la historia. ¿Hay herramientas para creer? Algunas: Gareca ha cohesionado a una base de jugadores que aumenta su rendimiento cuando juega bajo sus órdenes, y quizás esa sea la razón por la que podría mantener a Cáceda este martes. Flores es otro ejemplo: durante todo el año es un volante de rendimiento ignoto en la Liga Danesa; en Perú es el segundo goleador del equipo, con 7 goles en 20 partidos oficiales. Y vuelve Paolo... ¿Razones para dudar? Muchísimas. La principal, sin embargo, no es el peso del pasado, sino la dependencia por el resultado ajeno. Para que Perú llegue al repechaje debe esperar que se caiga un rival. Uruguay tiene un fixture amable en adelante, con Bolivia y Venezuela ya eliminados; Chile y Colombia han bajado su rendimiento, pero tienen ventaja numérica; pensar que Argentina no clasificará requiere una mezcla de ingenuidad política e imaginación que este columnista no se permite. Pero si algo ha demostrado este torneo es su impredictibilidad, lo que por algún salto de fe creemos que puede beneficiarnos. Que tu esperanza sea el caos no te deja en una posición precisamente fiable.
Perú, en adelante, debe obtener 6 puntos de 9 posibles. La calculadora dice una verdad, el corazón tiene otra.