Los “bichos raros”. Así se mira a veces a los “chicos de Deportes”, esos que escriben lejos del mundo serio de la política o la economía, esos que informan sobre “lo más importante de lo menos importante” (dixit Valdano). El problema con los “bichos raros” es que en el fondo no son tan raros e interpretan de algún modo los gustos de la gente a tal punto que son todo lo masivos en audiencia que otros tópicos no. Que los deportes despierten todavía hoy el niño que fuimos –o el recreo que jugamos– explica que de un periódico pueda desaparecer cualquier sección antes que esa.
Era mediados de 1986 y la dirección de El Comercio de Don Alejandro Miró Quesada quiso prolongar el éxito del suplemento del Mundial de fútbol en un espacio también diario, pero con todo tipo de disciplinas expuestas en sus páginas. Era hablar del zurdo Cueto –fútbol–, sí, pero también de la otra zurda Tait –vóley– o de Di Laura –tenis–; de los magos internacionales como Bird –básquet– o Prost –autos– y de los cracks emergentes que podrían aparecer por el mundo. Yo tenía ya 43 años, había jugado “finales” en otras secciones del diario y entendía a esa altura los deportes como una posibilidad informativa de promover a esos héroes sin capa que nos mejoraban los días con sus hazañas. Pero también lo miraba como una chance formativa dentro de la redacción: no hay lugar donde haya más amplia libertad de géneros periodísticos que en la sección deportiva. No hay goce más goce que una crónica de partido contada sin la estructura de parte policial que muchos editores quieren imponer en otras secciones. Si algún área funciona como escuela de escritura en El Comercio, esa ha sido DT.
Visto en perspectiva, creo que después de más de 30 años la sección ha cumplido largamente su cometido. Me refiero al propósito formativo –hay demasiados casos de exitosos periodistas nacidos aquí– pero también a la regla promotora de los héroes de la cancha. Si no Wilder Buleje no nos hubiera contado en 1994 desde el mismo NY cómo Yzaga vencía a Sampras en el partido de su vida. O Patrick Espejo no nos hubiera relatado en 2004 el título de Sofía desde las mismas playas de Hawái. O Andrea Carrión no hubiera sido testigo de cómo Ferreyros conseguía su éxito en Córdoba en aquel 2002. O a casos incluso más extremos, como la construcción casi de cero de personajes como Kina Malpartida, aquella que pasó de ser una noticia curiosa, de una peruana ex tablista y modelo que boxea, a ser nuestra primera monarca en el deporte de los puños. Las crónicas, perfiles, seguimientos y noticias alrededor de su figura fueron parte de un suplemento que no fue “su Ferrando”, pero sí una plataforma para evidenciar el tamaño de su gesta. En más de 30 años hemos sido elogiosos en más de un caso, pero también críticos y si no que lo diga la FPF, de la que fuimos los primeros opositores cuando su presidente desde el 2002 pasó de “dirigente-promesa-de-cambios” a inquilino casi perpetuo de un statu quo en el que –con tal de quedarse en su sillón– fue el principal enemigo de cualquier reforma proformalización.
No son días fáciles ni para el deporte en general, ni para el fútbol en particular. Pero aun en la crisis corresponde el halago y la distinción a los que se retan a diario en la disciplina que los apasiona. Por eso promovimos los Premios DT Aniversario, que aquí les presento con alegría, emoción, orgullo. Y corresponde, cómo no, que lo hagan los “bichos raros” de la redacción, esos que todavía hoy –y por suerte– se ocupan del deporte.