Cuando llegó Jefferson Farfán para asumir el rol protagónico en Alianza Lima, fueron los 18 goles de Hernán Barcos los que afianzaron el bicampeonato en el 2022. Un año antes, el ‘Pirata’ sería igual de decisivo para un título que asomaba obligatorio tras la terrible campaña del 2020. Barcos estuvo ahí; no solamente siendo héroe en la cancha; sino también, el ejemplo fuera de ella. Este 2023, cuando los reflectores debían apuntar a Christian Cueva, otra vez el delantero de ya 39 años hizo gala de sus galones para darle a la institución la calma de saberse campeón del Apertura en medio de un tormentoso presente por los traspiés en la Libertadores.
Y es que ante Binacional, en un año en el que su rol de protagonista fue cambiado por el de actor secundario; Barcos apareció con un doblete para defender a Alianza Lima; cedió solidariamente el que pudo ser un hat-trick para que Pablo Lavandeira marque por primera vez en el año y tras el partido, tomó la palabra para elogiar a Christian Cueva, uno de los señalados del equipo.
Barcos, como desde el 2021, hace todo bien en Alianza Lima. Es el prototipo perfecto de ídolo. Y este domingo, ante Binacional se graduó, otra vez, de líder.
En un partido donde Cueva por fin fue trascendente (un gol y una asistencia, la primera desde que llegó a inicios de año), ante un rival que, luego de representar un problema en el primer tiempo, terminó siendo el sparring ideal para cualquiera equipo que necesite olvidar sus problemas; Alianza Lima apretó el acelerador para un 6-1 bueno y bonito; pero sobre todo justo.
La ‘Chichoneta’ de Guillermo Salas pocas veces tuvo un rival de similar rigor en el medio local. Como Binacional, aunque hubo momentos en los que pasó aprietos, la jerarquía y experiencia de su plantel hizo posible sacar adelante el resultado. Mérito también de Guillermo Salas, técnico nacional que ya ha hecho lo que ningún extranjero pudo en la última década: ganar en la Libertadores, dar pelea en ese torneo y a la par concluir el primer semestre del año con un título.
Repasemos sino los papelones de la última década en Libertadores. Con Salas, Alianza Lima se olvidó de eso.
Salas la tuvo difícil no solo por los rivales externos, también por el reto de gestionar un plantel repleto de figuras y de egos difíciles. A eso hubo que sumarle el ruido institucional, que fue desde tener su cabeza en peligro a los pleitos del Fondo Blanquiazul. Todo afecta y en todos los escenarios siempre estuvo ahí Barcos, para ponderar la solidaridad, el sacrificio y la humildad.
El penal ante Binacional pinta completo al héroe: ceder el éxito personal (la posibilidad de marcar un hat-trick en el partido del título y quedar a un gol de ser el máximo artillero extranjero en Alianza Lima) a cambio de la mejoría del compañero. En una curiosa definición desde los doce pasos, el argentino prefirió tocar a un lado y dejar que Pablo Lavandeira sea un campeón emocional.
Lo dijo luego, él y Lavandeira estuvieron practicando y él estuvo de acuerdo porque Pablo, de temporada difícil, no había podido anotar en todo el año. Darle la oportunidad no solo es un guiño al compañero, es un ejemplo de que ante todo está el grupo.
Cerca de los 40 años, ningún jugador ha sido tan vital como Barcos en este camino al tricampeonato. Por sus goles, por su calma, su solidaridad; pero sobre todo, por lo bien que juega sin pelota: Barcos siempre anota en el corazón de Alianza Lima.
Un campeón sentimental que no necesita título ni corona. Tampoco patear al arco.
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