A Paolo Guerrero no lo podrán bajar nunca del póster. Así se vaya molesto de un club como Racing o así rete el cariño de algunos hinchas peruanos. Sus goles icónicos hacen que el muro de sus afectos sea casi imposible de derribar. Y si alguien lo duda, pues pregunten a los hinchas del Corinthians en Sao Paulo. El Centro de Entrenamiento Joaquim Grava se protege con una prolongada pared de casi dos cuadras donde aparecen los mejores días del ‘Timao’. Allí, resplandeciente y asombroso, luce un mural en blanco y negro con Guerrero elevándose varios metros para anotarle al Chelsea y regalarle a Sudamérica su último título en un Mundial de Clubes. En el corazón de los paulistas, ha escalado hacia un Olimpo alcanzado por pocos, casi al nivel de un futbolista con nombre de sabio griego. A pocos metros del retrato de Paolo, aparece uno de Sócrates.
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Ojalá podamos disfrutar una última temporada de Paolo Guerrero en la Liga 1 y un buen cierre en el arranque de las Eliminatorias con la selección peruana. Nos ha dado más alegrías que tristezas, y eso en la vida merece una eterna acción de gracias.
¿Qué debe pasar para que midamos la real dimensión del atacante que tuvimos (perdón, tenemos)? ¿Quizá otro comentario de Vinicius Jr. en su Instagram? ¿Otra camiseta intercambiada con su amigo coreano Son Heung-min? Ese es Paolo, tan respetado en Argentina que casi no se han leído críticas duras a pesar de su partida apurada. El que tanto elogiaba el uruguayo Luis Suárez. El mismo que, al no estar en el repechaje de Doha, provocó el alivio del arquero australiano Mathew Ryan.
No es novedad que Guerrero golpee puertas para irse. Hasta pareciera que siempre está molesto. Busquen en Youtube su gol a Colombia que nos clasificó al repechaje, casi nadie lo dice porque es políticamente incorrecto, pero Paolo no trató con cariño a la tribuna en su festejo. Lo mismo ocurrió en su gol mundialista a Australia. Esa bronca incansable, ese instinto de nadar contracorriente y su evidente amor propio han sido el motor y motivo para un ‘9′ que aún apuesta por su “last dance”.
¿Alianza Lima y el cierre romántico para mejorar el desenlace de su desangelada serie de Netflix? ¿O un golpazo en el mercado de pases vestido de celeste? Le queda una semana para decidir. Eso sí, demos por descartado que esa reflexión dependa del clamor popular. Los hinchas podrán criticarlo y él seguirá descansando tranquilo en alguna playa de Brasil. No lo derrumbó una conductora de espectáculos, tampoco un entrenador fastidiado, mucho menos un directivo picón. Digan lo que digan, él no se baja del póster. Él se “ríe de Janeiro”.