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Poco más de dos minutos se demoraron en el VAR en decretar un offside que, para muchos, ha terminado con nuestras ilusiones. Una jugada que lamentó el estadio entero, incluso aquellos que regresaron arduamente creyendo en el milagro. Y generó la reacción incrédula de un Jorge Fossati que no paraba de levantar las manos y preguntarle al cuarto árbitro qué pasó, por qué decidieron invalidar el penal… por qué nos dejan sin Mundial.
“El final del partido fue complicado, especialmente por el penal que finalmente no se cobró debido al offside. Estaba medio cuerpo adelantado, lo vi”, aceptó Lapadula ante la prensa en un acto de sinceridad.
Casi al instante de haberle quitado la ilusión a toda una nación, Sampaio decretó el final del partido: empate sin goles, entre el penúltimo (Perú, siete puntos) y el último (Chile, cinco puntos). Un resultado que, a boca de urna, deja a ambas selecciones prácticamente fuera del Mundial. Después cada uno sacará su calculadora, pero el fútbol no se basa en matemáticas, sino en juego. Y en ese aspecto, los dos tienen deudas impagables.
Y para la Bicolor puede venir lo peor: este martes visitará a Argentina, campeona del mundo, y sus estrellas con la sangre en los ojos tras perder ante Paraguay de visita. Y Chile recibe a Venezuela. Es decir, el peor escenario para los nuestros será cerrar el año en el sótano de la tabla.
El recibimiento
No fue el primer encuentro de Gareca con Perú. En la Copa América de este año se vieron las caras, aunque fue en el lejano Estados Unidos, en terreno neutral. Esta vez el Tigre pisó por primera vez suelo peruano vistiendo otro buzo, el del clásico rival.
Y el recibimiento fue el esperado. Desde el DJ del estadio poniendo a todo volumen las canciones de Marc Anthony cuando el bus llegó al Monumental hasta los bancos de color verde en el vestuario asignado para el seleccionado chileno. Gareca, fiel a las cábalas, no puede escuchar al salsero, mucho menos ver el color verde.
El clásico se jugó desde la previa. Y mientras al bus chileno lo recibían con pifias, cánticos y hasta con el “Gareca peruano” con una bandera blanquirroja ondeando por los cielos; la delegación Bicolor llegaba al recinto de Ate en medio de fuegos artificiales y apoyo. Paolo Guerrero, en su regreso a una convocatoria, fue el más ovacionado.
El partido
Sin referentes como Gallese, Zambrano ni Tapia, Fossati experimentó. Por derecha puso a Corzo como stopper y Polo como carrilero, los dos jugadores de la ‘U’ que se entienden a la perfección. Aunque ese cambio obligó a mover a Miguel Araujo como líbero y a Luis Advíncula como carrilero por izquierda acompañado de Alexander Callens.
En el medio, Wilder Cartagena junto a Oliver Sonne, el mejor de la noche para los nuestros, y Sergio Peña. Arriba, Paolo Guerrero y Alex Valera, los dos ‘9′ del fútbol peruano.
Con el apoyo de los poco más de 40 mil hinchas en el estadio, la Bicolor se animó desde el inicio. Paolo tuvo en sus pies el primero a los dos minutos de juego. Quizá, en el imaginario del hincha, el Paolo de hace algunos años, ese que dejó desparramado a Diego Godín, hacia el gol. Pero este Paolo, de casi 41 años, no pudo aguantar al defensor chileno Paulo Díaz y desperdició el primero.
Guerrero, goleador histórico, fue de los que más intentó. En las tribunas caían los aplausos, pero a la vez se desprendía la desesperación. El ‘9′ de Alianza Lima se falló un gol debajo del arco y sin arquero. Sin la reacción de años anteriores, un rebote le quedó imposible para poner el 1-0.
Con un Oliver Sonne en su mejor noche con la Bicolor, pero un Peña muy apresurado e impreciso, Perú intentó el milagro -anotar un gol, para una selección que solo marcó tres veces en once partidos hubiera sido una cosa extraña- pero también pudo pagar caro sus imprecisiones. Chile estuvo a tiro de poner el 1-0. Cáceda, con indumentaria verde para ‘provocar’ a Gareca apareció cuando era necesario.
Perú empató y se hunde en su nublada idea de juego. El hincha aplaude, valora y apoya desde las tribunas. Pero eso no basta. Ahora toca Argentina en la mítica Bombonera, aunque las ilusiones cada vez se desvanecen.