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A los 46 años, Rabanal llega a Ate después de haber recorrido un camino poco convencional. Empezó en 1998 dirigiendo fútbol femenino en categorías regionales de España, una escuela silenciosa donde el entrenador aprende a formar antes que a imponer. Dos décadas después, ya había pasado por el Willem II Sub 19 en los Países Bajos y por el PSV Eindhoven como parte del comando técnico de Ruud van Nistelrooy, experiencia que le permitió absorber conceptos de alto nivel competitivo y sumar títulos —Copa y Supercopa— que fortalecieron su mirada táctica.
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Ecuador fue el siguiente paso y, probablemente, el más determinante. Rabanal llegó a Independiente del Valle a inicios de 2024 para trabajar en divisiones menores, el corazón de un club que hoy es referencia continental en formación de futbolistas. Subió al primer equipo no por una apuesta coyuntural, sino porque sus equipos jugaban bien. Convencían. Primero, un sólido cuarto puesto con Independiente Juniors en la Serie B; luego, el ascenso definitivo al primer equipo, con el que logró el campeonato nacional y alcanzó las semifinales de la Copa Sudamericana.

Ese contexto explica por qué Universitario lo mira como algo más que un relevo de Jorge Fossati. Rabanal es un técnico joven, con hambre, capaz de convivir con la presión del resultado inmediato sin traicionar una idea de crecimiento sostenido. El objetivo es claro y ambicioso: pelear por el tetracampeonato en 2026 y, al mismo tiempo, competir con mayor jerarquía en la Copa Libertadores, donde la ‘U’ será Bombo 2 y enfrentará escenarios de mayor complejidad.
En lo táctico, la continuidad es evidente. Rabanal domina el 3-5-2, el sistema que llevó a Universitario al tricampeonato entre 2023 y 2025. Pero no lo concibe como una estructura rígida, sino como una plataforma desde la cual potenciar virtudes: solidez defensiva, amplitud por bandas y una circulación limpia para controlar los ritmos del partido. Su mayor fortaleza, sin embargo, es la flexibilidad. En Ecuador demostró que puede mutar a línea de cuatro, ajustar presiones o incluso resignar posesión cuando el rival lo exige. En torneos internacionales, esa lectura táctica suele marcar la diferencia.
Esteban Ávila, periodista ecuatoriano de La Radio Redonda, lo resume con precisión: “Siempre jugó con 3-5-2 como sistema, salvo contadas veces. Los tres de atrás son Fernández, Schunke y Carabajal. Mercado y Loor van como carrileros. Méndez y Alcívar se paran de pivotes, Sornoza es el enlace, Michael Hoyos juega de mediapunta y Spinelli es el 9”. Una estructura reconocible, sostenida por un principio clave: “Salir jugando de atrás es su sello”.
En ese sentido, es posible que en la ‘U’ vean con buenos ojos que César Inga, en caso de no ser vendido, pase a tener un rol como stopper por su buena salida con el balón.

Alex Valera, un ‘9’ que se busca valorar
En ese engranaje, Alex Valera aparece como una pieza central. El delantero peruano no solo ha sido el goleador de Universitario en los últimos años, sino también uno de los símbolos del tricampeonato. Su capacidad para salir del área, asociarse y ocupar distintos carriles lo convierte en un atacante funcional a sistemas con doble punta, una de las constantes en los equipos de Rabanal.
El técnico español no concibe al ‘9’ como un hombre fijo en el área, sino como un atacante que participe del juego y ayude a construir ventajas. En ese sentido, Valera encaja de manera natural como segundo delantero, rol que ya ha sabido interpretar en momentos clave con la camiseta crema.

Sin embargo, el escenario apunta a un complemento. Tras la salida de Diego Churín, Universitario busca en el mercado un ‘9’ extranjero que potencie la zona ofensiva y eleve la competencia interna. La llegada de un delantero con gol no desplaza a Valera, pero sí redefine el ataque: más alternativas, más variantes y mayor exigencia en torneos internacionales, donde los márgenes son mínimos.
Este último domingo, Rabanal dirigió por última vez a Independiente del Valle y horas después fue anunciado como nuevo entrenador de Universitario, al que llega con dos refuerzos. El técnico español no llega como salvador, sino como arquitecto de un proceso que ya está en marcha. Y eso, en el fútbol peruano, no es poca cosa.