“Farfán y Vargas están más cerca que antes”, me dice Ricardo Gareca con sutileza después de pedir una botella de agua helada. La Videna de San Luis se calienta con casi treinta grados y el ‘Tigre’ cree que es la hora de un refresco. Lo necesita él en este verano fulminante y lo necesita la selección peruana que en marzo, ante Venezuela y Uruguay, se juega la última chance para aún sentirse con posibilidades de clasificar al Mundial de Rusia. Hay una base conocida en estos últimos ocho meses desde la Copa América Centenario, sin embargo existe la sensación que a esta blanquirroja le falta un bonus track, una recarga de energía extra, para llegar fuerte a su hora de definiciones.
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En menos de tres semanas, Gareca tendrá que entregar la lista de futbolistas convocados para la próxima fecha de Eliminatorias y tanto Jefferson Farfán como Juan Manuel Vargas han pasado de ser un problema a convertirse en una posibilidad. El pedido era que busquen equipo, ya lo encontraron. El requisito era que jueguen, están jugando. ¿Qué falta entonces? Pues hacer la diferencia, ambos se fueron de manera fácil de la selección –por la puerta falsa de la inactividad y el poco compromiso- y ahora les tendrá que costar el doble volver. Si son necesarios, o no, eso lo tendrá que escribir el ‘Tigre’ en su libreta de apuntes a finales de febrero La ecuación es simple para todos en Videna: Farfán, Vargas o hasta Zambrano solo regresarán cuando sean mejores que los que hoy están.
Sí hay un compás de espera en el comando técnico de la selección para llenar los últimos cupos de la próxima convocatoria. Y Farfán, lo ha declarado hace dos días el director de la federación Juan Carlos Oblitas, es una debilidad en Videna. Aunque sea quieren verlo en un partido amistoso antes del debut en la Liga Premier rusa para mandarle los pasajes a Lima. Es válido esperar a Farfán a pesar que en sus últimos meses haya convertido su Instagram en la red social de un ex jugador. Y es válido porque Jefferson fue un diferencial en la mayoría de partidos que jugó en la selección (no juega hace un año por Perú y sigue siendo uno de los goleadores de las Eliminatorias junto a Guerrero y Cueva), porque en las primeras fotos que van llegando desde Rusia puede verse a un Farfán acercándose a su peso ideal y además porque tenemos sequía de valores en su posición. No pudimos presumir de abundancia por el lado de los extremos. Sin jugadores consolidados en esa zona -¿finalmente Carrilo lo será? ¿Polo vendrá repotenciado de México? ¿Flores ahora sí?- no es disparatado en hacerle un último seguimiento a Farfán con la información que pueda llegar desde Rusia.
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A Farfán podemos darle ese beneficio de la espera; a Juan Manuel Vargas no. El otro jugador que aparece en la polémica sobre quiénes deben estar, y quiénes no, está algo más lejos si repetimos los criterios para defender a Jefferson. Veamos: Vargas no ha hecho un diferencial con la selección desde aquella corrida ante Argentina soportando la marca de Battaglia en el Monumental. Han pasado casi nueve años de eso. El jugador de Universitario de Deportes tampoco exhibe el mejor de sus estados físicos –lo ha reconocido él mismo en las entrevistas que ha dado el último fin de semana- y, finalmente, Gareca ha encontrado jugadores para cubrir las posiciones en las cuales Juan Manuel podría alternar (Trauco es titular, y si se lesiona será Loyola, y si no están ninguno de los dos entrará Céspedes, etc).
Alegra ver, primero, que la persona se encuentre mejor. Y Juan Vargas no solo está mejorando, sino que también ha vuelto a sonreír en un campo como lo hizo después de su golazo el domingo en el Monumental. Ese debe ser el primer paso en un largo proceso de reencuentro con las ganas primero y con la alta competencia después. Y un mes es demasiado poco tiempo para tan grande reconstrucción. “Por la edad los huesos se ensanchan y parece que subiera kilos más rápido”, dijo Vargas en una entrevista. Esa es la primera barrera a derrumbar: dejar ese estado de negación sobre si está con sobrepeso (o no) y acabar con las excusas. Para volver a la selección, Farfán debe tener más de doscientos minutos de fútbol en alguna cancha de Moscú. En cambio, si Juan Manuel Vargas quiere hacerlo, lo urgente para él es volver a ser un deportista las veinticuatro horas del día. Dejar de ser un recuerdo de Youtube para el hincha, salir de ese polvoriento álbum de cracks del ayer y reencarnarse en el futbolista que alguna vez fue.