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Su peso, su talla -en un momento llegó a ser muy grande para un bote de optimist-, hicieron que sea un elegido para la vela. Y así lo decidió el entrenador español Ariam Rodríguez en el 2012 tras verlo en un campamento en Paracas. Stefano tenía 17 años y su destino estaba sellado.
El ser ambidiestro le permite maniobrar mejor el bote, ya que para adecuarse a las corrientes del viento deben moverse de un lado al otro y mover la vela sea con la derecha o con la izquierda. Stefano manejaba bien los dos perfiles y así fue que los buenos vientos llegaron para él.
Pudo ser futbolista -es hincha de Universitario- y jugó en la selección de su colegio y en el Regatas, pero cuando llegó el momento de decidir entre ambos deportes “no fue tan difícil, sabía que por tradición y porque me gustaba mucho, era la vela”, contó. Y por momentos pensaba en qué hubiera sido si elegía el balompié y se responde: “extrañaría mucho la vela”.
REVIVE LA COMPETENCIA DE PESCHIERA
Y esos vientos lo llevaron hasta la medalla olímpica. Fue el primer peruano en clasificar por méritos propios en vela para Río 2016 (Luis Olcese en Sídney y Augusto Nicolini en Atenas lo hicieron por invitación. Repitió la gesta para Tokio 2020, pero en ambos casos no estuvo ni cerca de la Medal Race, con los puestos 31 y 25 respectivamente.
Pero llegó París, los vientos de Marsella, para llevarlo al podio. En una competencia de dinghy (ILCA 7) que se hizo esperar: solo se compitieron 8 de las 10 regata regulares, la final se postergó un día y la Medal Race tuvo que reiniciarse debido a las malas condiciones, Stefano supo ser paciente y mantener la calma, jugando con las matemáticas para hacerse del bronce.
Su abuelo fue de los primeros en traer botes de vela al Perú y ahora, el nieto es el primero en traer una medalla olímpica en este deporte -la quinta de la historia nacional-. “Desde que tengo un año se puede decir que he navegado”, comentaba en una entrevista con El Comercio en el 2014.
Siguió la tradición y le devolvió al Perú la gloria olímpica. No había nacido cuando el Perú ganó su última medalla: llegó al mundo en 1995, tres años después de que Juan Giha gane una plata en Barcelona 92. Y ahora, 32 años después, él toma la posta. La gloria entera le pertenece.